Los festejos sumergidos en libertinaje coronaron la
noche con tragedias, como era de esperarse. No tardaron en iluminar las calles
las luces azules y rojas, llamando la atención de todo curioso vecino y
alimentando los murmullos de los chusmas que inventan lo que no saben, solo por
hablar de algo.
Formo parte del comité de investigaciones a cargo de
revelar la verdad de todo este asunto. Cuando llegamos al lugar ya estaba
atestado de chanchos con placas caminando de acá para allá, simulando hacer
algo. Es hora de trabajar, espero no arrugar ni ensuciarme la ropa. Inicié mis
labores con mi compañera de años con quien somos amigos cuando nos conviene.
De repente escuché llantos ahogados apenas audibles.
Caminamos juntos por los pasillos buscando la fuente de este sonido y llegamos
al patio de la casa, lejos de las cámaras y los cordones policiales encontramos
acurrucados uno sobre otro cuatro cachorros ciegos, con un tiempo de vida que
no era mayor a días. Su instinto natural de supervivencia los empuja a
amontonarse para mantener el calor que la ausente madre no brindaba. Aunque no
entiendo porque están en el fondo de una pileta que desborda agua helada. O sea
perros vivos bajo el agua llorando ¿Como es posible que estén respirando y como
es posible que haya escuchado sus quejidos? Miré a Catherine buscando su
aceptación y complicidad en el descubrimiento. Ella clava su mirada en mis ojos
sorprendida y muda
—¡Lo escuchaste vos también!— le dije.
Catherine no emitió palabra y eludió mi pregunta observando
la pileta de cemento en el piso con miedo a que realmente exista.
El agua estalla salpicándonos a ambos y emergiendo de
un salto se para entre nosotros un perro enorme, de pelaje blanco pálido y
manchas negras. Miro nuevamente a los ojos a mi compañera
—lo estas viendo, sabes que esta pasando ¿No? — le dije
exaltado. Su desentendimiento es total.
El perro ya no existe, dejó de ser un perro mientras
intento persuadir a Catherine que deje de negar lo que esta pasando y ahora
esta parado a su derecha, es un pingüino imperial tan alto como yo y tiene un
solo ojo. Un ojo enorme que me mira sin pestañear. Sin hacer sonido alguno, sin
hacer nada.
Ella mira al personaje ártico por un segundo y se
escapa caminando rápido y sin mirar atrás. Mi frío amigo y yo nos quedamos
observándonos unos instantes. Una voz relata mientras mi panorámica visión se
eleva del escenario.
Catherine sabe
que no es posible que los perros respiren bajo el agua y menos aun que crezcan
en segundos y se conviertan luego en un pingüino de un solo ojo. Ella no sabe
que la realidad depende y es condicionada por el observador. En tu concepción
de la realidad los pingüinos pueden tener todos los ojos que quieran y los
perros lloran bajo el agua. En tu realidad todo es posible.
A Catherine nadie
jamás le enseño eso. Su formación profesional y mente estructurada no le
permite ver la verdad. Vos sabes que nada es real y que puedes crear tu
irrealidad como quieras.
Catherine no.
Todos ustedes son Catherine.
2 comentarios:
yo soy todavia un poco catherine...muchomenos que antes!! y espero que cada dia un poco menos.....
En tu concepción de la realidad los pingüinos pueden tener todos los ojos que quieran y los perros lloran bajo el agua. En tu realidad todo es posible. <3
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