Una
radio carraspea sintonías que van y vienen. El olor del abandono tomó el lugar
como refugio y la poca luz que quedó en la habitación lucha por
fugarse y no por iluminar.
Morir
solo en una habitación de hotel.
Morir
solo en un Hotel García. Morir solo como Tesla con los fantasmas de lo que no
fue y silbando sonatas a dúo con lo peor, dedicarlas a quienes eligieron la estadía
lejana y compartirla con nenas que ríen por no saber llorar.
El
humo circunda la escasa luz que espía la escena del crimen de mi vida y los
ecos de los murmullos son tan potentes
que dudar de la cordura es lógico y entendible. Los labios partidos, los gritos
silenciosos que solo pudieron manifestarse cuando estalló la silla contra la
pared y volvieron a astillarse los nudillos contra la mampostería alquilada. Ruinas
de un imperio que jamás alcanzó el esplendor.
Aun
se oyen en las noches de silencio los llantos sin contención y con vergüenza. Noches
en las que no se debe subir las escaleras.
Los
árboles mueren de pie todos los días. Aquel día falleció un bosque, crujieron
las raíces y el conserje llego tarde por un par de vidas, nada más.
Recordadme
ahora con Amor y fanfarrias. Cultivad los logros que no supe reconocer.
Ese día morí enojado.
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