El sol ostentaba sus alhajas
sin modestias creando una mañana de esas que te ponen de buen humor y resaltan
los verdes. Entre en la casa sin
hacer un solo ruido, sin abrir puertas, sin sombra. El recibidor coronado con
un enorme ventanal brillaba y los rayos del rey de los cielos revelan partículas
de polvo flotando en el aire entre los sillones y la mesa ratona.
Se
acerca a mi un chiquitín de unos seis o siete años, no mas y mirándome sin
sorpresa abre la heladera y de espaldas a mi comenta -ya me comí casi toda la
comida. -¿Como? -Si, ya me comí casi todo! pero vení, mira! le saqué toda la
mierda! vení, vení- y se alejo por un pasillo cada vez menos iluminado.
Supe
entonces que este viaje no era de los bellos. Seguí sus pasos entre puertas y
paredes cada vez mas oscuros, un olor nauseabundo nos invade y noto entonces
que las paredes están manchadas. Forcé mi vista y acerque mi cara intentando
dilucidar de que se trataba ¡MIERDA! Es mierda y sangre. Por ambas paredes del
pasillo hay marcas y rayones de mierda y sangre, hay manos y rastros de que
algo o alguien fue arrastrado por todo el lugar. Él sigue caminando pasivo,
inmutable, sereno a paso firme.
Llegamos
a una habitación donde la luz era escasa y me tomó unos segundos acostumbrar
mis ojos y enfocar para no tropezar con nada, el olor es mas fuerte, y el piso
esta regado de ropa y adornos caídos, vidrios rotos, una mesa esquinera caída y
en el centro de la habitación sentado en el sillón esta este hombre que no
pestañea ni se mueve, se mantiene inmóvil como hipnotizado, pausado totalmente.
Esta embarrado de pies a cabeza de eses y sangre, la camisa que solía ser
blanca es un montón de jirones de colores asquerosos, se que esta vivo porque
lo siento respirar suave, muy suave y sin mover las pupilas ni pestañear. A su
lado el cuerpo de la madre de mi infante recepcionista que yace muerta, su
cuerpo esta frío hace varias horas ya y empieza a perder el rigor mortis dando
paso a la fauna cadavérica. No sabría describir su rostro cuyos restos quedaron
ocultos por el pelo negro y enmarañado, la causa de muerte es bastante
evidente, al menos en una primera instancia: un escopetazo en el pecho y uno en
la cabeza. No se como pero se que se fue con una escopeta, simplemente lo sé.
Volví
mi atención al hombre del sillón y sus pupilas inmóviles de un celeste aguado
me secuestran por unos segundos y me proyecte a él con demasiada intensidad,
como pocas veces lo he hecho. Siento su caos, su miedo, su congelamiento. Hay
pena y confusión como si navegara en su memoria me veo siendo él hace algunas
horas atrás pintando las paredes con mi sangre, con la sangre de ella, con mi
mierda y con ira, con tristeza y con tanta pasión que me parte el pecho la
empatía.
El
corazón se me apura tanto que me estoy sintiendo mal en todos los aspectos
posibles mientras algunos detalles del crimen llegan a mi de manera fantástica,
esotérica, sin orígenes que pueda explicarles y sé entonces que han pasado mas
de cuarenta y ocho horas desde que la escopeta fue disparada, que este
personaje lleva dos días en un estado de psicosis y ataques de pánico y
emociones que lo controlan y que el chico que me hablaba ha estado comiendo lo
que quedaba en la heladera porque ni mamá ni papá están para cocinar.
Es
demasiada información y demasiadas emociones juntas, estoy perplejo, quedé mudo
y congelado en el tiempo, en el espacio. Pero el infante del hogar no y camina
contemplando la escena, observando todo mientras se pone la capucha negra y se
para al lado de la ventana. Me clavó una mirada sin expresiones, sin ánimos de
comunicar nada y me desarmé. Giró y miró por la ventana en dirección al sol.
Desperté
y me senté en la cama rebobinando la memoria, sin intenciones me traje mucho de
esa mente colapsada, de esa mujer de cuerpo frío y de las emociones impregnadas
en las paredes. No se me cayó una lagrima, pero ganas no faltaron. Salí de mi
pieza y me paré en la puerta como cada vez que vuelvo de esos viajes que me
hacen trastabillar. Necesito esos dos segundos de ver mi casa, la cocina y a mi
familia para confirmar que realmente volví.
-¿Otro
sueño feo, Matías?
-Si,
muy. Demasiado intenso- y empecé a relatarlo...
Diego
me escucho con atención y en silencio, cuando termino me advirtió que hace
pocos días sucedió un crimen similar, diferente pero similar, y me dio algunos
detalles que no termine de escuchar porque ya estaba entrando en una habitación
con el mismo olor tibio de la sangre secándose, de los cuerpos enfriándose y
del horror.
Una
madre ama de casa perdió sus estribos, vaya a saber uno porque y asesino a
apuñaladas a su marido y a sus dos hijas mellizas de unos cuatro o cinco años.
Su mente había perdido el horizonte después del crimen e intentando
reestablecer el orden acomodó los cuerpos en el sillón como si nada hubiera
pasado. Él sentado en la punta con la cabeza hacia atrás y ellas juntas una al
lado de la otra con sus vestiditos blancos regados de sangre bordo y negra. Los
miró como buscando una armonía y se sentó entre ellos con la espalda rígida y
las manos lastimadas por el cuchillo mal agarrado que se resbalaba cuando lo hundió
en el pecho de su marido tantas veces. Se tomó unos segundos de silencio y
relajó su espalda mientras contemplaba los cadáveres de las nenas.
Sacó suavemente y con cuidado, como si intentara no lastimar, el cuchillo del pecho de la hija y sentí que esa hoja de metal salía de mi pulmón izquierdo. Involuntariamente me proyecté a la chiquita y sentí lo que sentiría ella si estuviera viva aun mientras en mis ojos revivo los últimos segundos de su vida.
Sacó suavemente y con cuidado, como si intentara no lastimar, el cuchillo del pecho de la hija y sentí que esa hoja de metal salía de mi pulmón izquierdo. Involuntariamente me proyecté a la chiquita y sentí lo que sentiría ella si estuviera viva aun mientras en mis ojos revivo los últimos segundos de su vida.
Las
dos hermanitas se habían escondido en una de las piezas de arriba cuando mamá
se volvió Satanás y estaban tras la puerta esperando que todo pase rápido y
deseando que papa se levante cuando escucharon los pasos por la escalera. Se
miraron a los ojos y se agarraron de la mano. Sin llanto, sin gritos llego su
muerte con la cara de la maternidad.
Dios!
denme un respiro! Y desperté en mi cama. Sabiendo que podría ser otro falso
despertar me quede quieto hasta escuchar las voces de la televisión, los ruidos
de la cocina y entonces volví a buscar los rostros de todas esas personas en mi
mente para encomendarlos a los Ángeles y que vuelvan a Dios.
Me
traje en el equipaje muchas emociones que no me pertenecen, me traje ira y me
traje miedo, me volví con angustias y muchas preguntas que nadie respondió a
los que ahora se enfrían en sillones de hogares corruptos.
Vuelvan
a Dios, salgan de esas casas manchadas y vayan a sus hogares.
Salí
de la pieza, esta vez en esta realidad y me tomé unos mates con mi vieja que,
como es de esperarse, sabia que había viajado y me esperaba en una dimensión
mas luminosa que la que había abandonado unos minutos antes... mates para
volver a casa.
3 comentarios:
Las sensaciones son muy encontradas, ternura a tu persona, admiracion, al detalle y la descripcion tan exacta que transporta. El dolor...puede sentirse cuando uno viaja en el recorrido de tus lineas. Gracias por la generosidad vestida de catarsis con la que narras cada viaje, intenso... un dia te invito a los mios .. en felicilandia asi descansas unpoco!!
que subyace en el inconciente?un relato que se encuentra con lo siniestro,imaginé un inconciente colectivo,que no podemos negar,ese del dolor y lo inentendible a una mente con Dios...pero que indiscutiblemente existe,un viaje al dolor que atraviesa visceras y huesos,contrapunto del encuentro con la madre o el p`rimer vinculo amoroso,que en algunos casos no es el mas amoroso de los vinculos.Me llevo la narrativa al viaje y por necesidad calida ,volví.Sandra
Gracias divinas por sus comentarios! Me ayudan mucho y me encanta recibir respuestas como estas!
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