Algunos días se estiran
demasiado, son lunes que no cesan aunque sea miércoles o jueves, días en cuales
salir de la cama representa un esfuerzo que no termina incluso cuando ya estoy
espabilando bajo el agua tibia rodeada de azulejos pálidos y gastados.
Entrar al aula es una
experiencia diferente y, a pesar de que llevo años ejerciendo aun siento
algunos nervios leves antes de cruzar esa puerta y encontrarme con los párvulos
alborotadores que con algo de suerte estarán silenciosos y expectantes o, por
el contrario pueden ser una erupción caótica de gritos y papelitos, de sillas
que se corren rayando las baldosas y murmullos constantes que taladran la
paciencia. Ruego que estén cansados porque no tengo fuerzas hoy para ser la
figura de autoridad que rige el orden como debería ser… hoy no.
La tarea para hoy que dejé la
ultima clase no era particularmente difícil ni complicada, y no es casualidad,
he aprendido muy bien que los ejercicios exigentes deben hacerse en clase,
entre griteríos y frenesí, dado que la tarea para el hogar empieza a convertirse
en un mito y suelo encontrarme con hojas en blanco y excusas muy malas a la
hora de corregir y hoy no fue la excepción así que decidí darles algo de tiempo
para que narren como es un día en casa.
Algunos comenzaron en ese mismo
momento completamente abocados a la tarea, otros se distraían garabateando las
hojas mientras Ramiro con el ceño fruncido se alejó del mundo mirando un punto
muerto en el suelo, con los brazos cruzados y la mirada enojada.
Se que su papá no está en su
vida hace mucho tiempo, aunque desconozco los detalles, y que su mamá solía
tener algunos problemas con la bebida, aunque ha demostrado estar interesada en
la educación de su hijo las veces que llego sobria a las reuniones. Me acerqué
y me senté a su lado, sin hablarle, sin buscar su mirada ni forzar el contacto.
Escribí en una de sus hojas sueltas y la doble a la mitad antes de entregársela,
para que solo él pudiera leerla y me levanté. El resto de los chicos gritaba
cada vez mas, algunos ni siquiera intentaron la narración, otros habían
terminado y comentaban cosas de la televisión y jueguitos… Pero no los
silencié, ese desorden era necesario en ese momento para distraer a todos de
Ramiro, y que nadie vea las lagrimas que intentaban escaparse de esos ojitos
tristes y amarronados.
Le di unos minutos a solas
antes de volver a sentarme a su lado y sin mirarme se abrazó a mi y lloró
intentando ser silencioso pero la angustia que lo invade es demasiada y
necesita purgarse. Olvidé los protocolos pedagógicos, los consejos de las
juntas psicológicas y las tareas pendientes, me limité a abrazarlo y permitirle
ser un chico triste, angustiado y necesitado de comprensión sin técnicas, sin
teorías freudianas ni citaciones a los padres. Ramiro lloró olvidando la
vergüenza y me abrazo tan fuerte que mis lágrimas recorrieron solidarios senderos
en mis mejillas y me quedé helada por unos instantes.
Ramiro no es el único chico
triste en este salón.
Paulatinamente el resto de los
chicos hizo silencio, nadie entendía el por que de esta escena y yo no podía
darles explicaciones sin quebrarme. Me alegra haber escrito en esa hojita
doblada pensando que mis palabras eran para el.
“tu tarea de hoy es sonreír…”
Escrito para Taller de escritura creativa El Lenguado
2 comentarios:
Boludo está re bien hecha, cuando me comentaste como debías escribirla y como lo hiciste no pensé que sería una de mis preferidas, me encantó... muy buena, recomendada.
Posta? Como es logico y de esperarse yo estoy casi satisfecho con el resultado jaja pero siendo un relato corto se me hacia muy dificil lograr profundidd y consistencia. Me halaga mucho que a vos siendo escritor te haya gustado!
Abrazo enorme!
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