9/05/2014

Tarea para el hogar



Algunos días se estiran demasiado, son lunes que no cesan aunque sea miércoles o jueves, días en cuales salir de la cama representa un esfuerzo que no termina incluso cuando ya estoy espabilando bajo el agua tibia rodeada de azulejos pálidos y gastados.

Entrar al aula es una experiencia diferente y, a pesar de que llevo años ejerciendo aun siento algunos nervios leves antes de cruzar esa puerta y encontrarme con los párvulos alborotadores que con algo de suerte estarán silenciosos y expectantes o, por el contrario pueden ser una erupción caótica de gritos y papelitos, de sillas que se corren rayando las baldosas y murmullos constantes que taladran la paciencia. Ruego que estén cansados porque no tengo fuerzas hoy para ser la figura de autoridad que rige el orden como debería ser… hoy no.
La tarea para hoy que dejé la ultima clase no era particularmente difícil ni complicada, y no es casualidad, he aprendido muy bien que los ejercicios exigentes deben hacerse en clase, entre griteríos y frenesí, dado que la tarea para el hogar empieza a convertirse en un mito y suelo encontrarme con hojas en blanco y excusas muy malas a la hora de corregir y hoy no fue la excepción así que decidí darles algo de tiempo para que narren como es un día en casa.
Algunos comenzaron en ese mismo momento completamente abocados a la tarea, otros se distraían garabateando las hojas mientras Ramiro con el ceño fruncido se alejó del mundo mirando un punto muerto en el suelo, con los brazos cruzados y la mirada enojada.
Se que su papá no está en su vida hace mucho tiempo, aunque desconozco los detalles, y que su mamá solía tener algunos problemas con la bebida, aunque ha demostrado estar interesada en la educación de su hijo las veces que llego sobria a las reuniones. Me acerqué y me senté a su lado, sin hablarle, sin buscar su mirada ni forzar el contacto. Escribí en una de sus hojas sueltas y la doble a la mitad antes de entregársela, para que solo él pudiera leerla y me levanté. El resto de los chicos gritaba cada vez mas, algunos ni siquiera intentaron la narración, otros habían terminado y comentaban cosas de la televisión y jueguitos… Pero no los silencié, ese desorden era necesario en ese momento para distraer a todos de Ramiro, y que nadie vea las lagrimas que intentaban escaparse de esos ojitos tristes y amarronados.
Le di unos minutos a solas antes de volver a sentarme a su lado y sin mirarme se abrazó a mi y lloró intentando ser silencioso pero la angustia que lo invade es demasiada y necesita purgarse. Olvidé los protocolos pedagógicos, los consejos de las juntas psicológicas y las tareas pendientes, me limité a abrazarlo y permitirle ser un chico triste, angustiado y necesitado de comprensión sin técnicas, sin teorías freudianas ni citaciones a los padres. Ramiro lloró olvidando la vergüenza y me abrazo tan fuerte que mis lágrimas recorrieron solidarios senderos en mis mejillas y me quedé helada por unos instantes.
Ramiro no es el único chico triste en este salón.
Paulatinamente el resto de los chicos hizo silencio, nadie entendía el por que de esta escena y yo no podía darles explicaciones sin quebrarme. Me alegra haber escrito en esa hojita doblada pensando que mis palabras eran para el.

“tu tarea de hoy es sonreír…”



2 comentarios:

Nueva Medicina dijo...

Boludo está re bien hecha, cuando me comentaste como debías escribirla y como lo hiciste no pensé que sería una de mis preferidas, me encantó... muy buena, recomendada.

Erec Tortle dijo...

Posta? Como es logico y de esperarse yo estoy casi satisfecho con el resultado jaja pero siendo un relato corto se me hacia muy dificil lograr profundidd y consistencia. Me halaga mucho que a vos siendo escritor te haya gustado!

Abrazo enorme!